“Cuatro Manos, Dos Mentes, Un Corazón: The NBC TV SPECIAL.

Autores: Manuel Muñoz y Rosa García Mora.

Junio de 1968. Bill Bellew se encargó de inmortalizar en nuestras retinas la imagen de un Elvis de arrebatadora sexualidad, para que eternamente fuera unida a su retorno y a su resurrección.

Un escultural Elvis Presley, envuelto en suave y ajustado cuero negro cordobán, con un cuello alto napoleónico, que enmarca aún más la belleza de su rostro, está en el backstage de los estudios de la NBC, tembloroso y asustado. No quiere salir a escena, el miedo le paraliza. Demasiados años alejado de su amado público, jugando a ser actor. Ha trabajado muy duro por volver a ser el icono cultural que revolucionó América, pero llegó el momento de salir a escena y los fantasmas le atrapan de nuevo…

Quizá su mente viaja a tiempos pasados, a esas primeras actuaciones en las que el nerviosismo provocaba los movimientos que, involuntariamente, se convirtieron en uno de sus rasgos más característicos; tal vez reviva el día en que Steve Allen se burló de él haciéndole cantar para un perro en televisión, o el fracaso de su temprana incursión en Las Vegas. ¿Volverían a reírse de él? ¿Le ignorarían?.

“Steve, no puedo hacerlo… tengo la mente totalmente en blanco y no recuerdo nada de lo que canté en los ensayos…” le dijo a Steve Binder, productor y director del programa. Pero Steve siempre había creído en Elvis; le amó, le admiró, confió en él y le llevó firme de la mano.

Binder fue la persona que devolvió a Elvis a su renacer como artista, y quería que aquel Comeback Special fuera un giro radical en su carrera. Poseía la genialidad de sacar lo mejor de Elvis en todo momento. El día que pasó por la puerta de su camerino y vio al Elvis más íntimo en la espontaneidad de su música, cantando con sus amigos, supo que ese era el Elvis que quería para el programa: un Elvis puro, sin artificios, tal como era. De este modo, de su brillante mente surgió la idea de lo que se convertiría en el pasaje más auténtico del Special: Elvis arropado por sus amigos en el cuadrilátero del sit down, dándonos una vez más todo lo mejor de sí mismo. 

Elvis volvió, en los sit downs, a los orígenes de su arte y de su alegría: la música era de nuevo vía de expresión y comunicación para un hombre cuya identidad respiraba entrecortadamente bajo el peso de su imagen, un artista que había visto su potencial cercenado por el filo de los compromisos contractuales y el beneficio económico. En el cuadrilátero Elvis peleó con dureza contra la frustración, las dudas y las máscaras que, en el transcurso de la última década habían ido desvirtuando la efigie del sueño americano que él llegó a encarnar. A sus 33 años volvía a ser tan visceral, seductor e inclasificable como cuando tomó la corona de la música popular con 21 primaveras, o más aún, si cabe; los clásicos de su repertorio a los que Elvis recubrió con el mismo cuero que se ceñía a su propio cuerpo sonaron más salvajes, frescos y limpios que nunca.

Ya no era el muchacho que se ponía de puntillas cuando cantaba, el cantante condenado por reverendos, diputados y asociaciones de padres; era un Elvis maduro, pero que mantenía sus raíces y sus valores. Pero la prueba definitiva para él, estaba todavía por llegar, aún no se había enfrentado al reto final: actuar solo ante su público. Ese día, ya no estarían sus amigos sentados junto a él y ese cuadrilátero estaría vacío; solo él, la orquesta en la penumbra, sus miedos, su inmensa grandeza y su público. Elvis saldría al cuadrilátero con una fuerza arrolladora, un espíritu agresivo, sexual y lleno de arrojo. A pesar de sus fantasmas su voz arrancaría de un modo desgarrador, presagiando un show majestuoso; aquí estaba de nuevo ese Elvis más maduro, con una fuerza felina y una sexualidad y vitalidad renovadas. Su actuación, cautivaría al público, con la fuerza del artista que canta desde sus entrañas, con el espíritu que nunca perdió. Elvis había reafirmado su resurrección.

El show también trataba de contar una historia, en ciertos aspectos basada en la propia biografía de Elvis. En diferentes secciones dramatizadas y coreografiadas, con el tema “Guitar Man” como leitmotiv, el rey encarnaba a un guitarrista en busca de fama, fortuna y un lugar en el mundo, que en el camino se topaba con personajes hostiles y tentadores que ponían a prueba su temple y sus principios. El momento culminante de la narración llega cuando el guitarrista siente la necesidad de aferrarse a su fe y da testimonio en forma de un vigoroso medley de canciones espirituales con las que comparte su travesía mística. Una vez más, como tantas otras a lo largo de la carrera y la vida de Elvis, la música religiosa sirve de faro al hombre y expone al artista en su versión más pura y brillante.

Este segmento gospel del programa preocupaba de una forma muy especial a Elvis, pero en esta ocasión, no porque tuviera miedo a los resultados. Su inquietud se debía al gran respeto que para él suponía cantarle a su Dios, para él era algo muy personal e íntimo, ya que el gospel hizo impronta en él hasta su misma esencia, desde el primer día que asistió a la Iglesia en su Tupelo natal. Steve lo planificó como un segmento doble: por un lado se realizaría un medley con sus canciones gospel, y por otro, puesto que Steve siempre amó a los bailarines, se haría un número de baile. Es por lo cual esa secuencia comienza interpretada por el bailarín Claude Thompson, que cuando desaparece de escena, deja paso a un grupo de hermosas mujeres vestidas de blanco y de hombres vestidos de negro, con un impresionante Elvis al fondo de la escena, cantando en oración a su Dios, impecablemente vestido con el color de la misma sangre derramada en la cruz.

Elvis seguiría cantando música gospel después de este programa, y su música siempre estaría impregnada de él, pero nunca volvería a hacer una declaración de intenciones tan rotunda como la que hizo en este medley. Éste sería otro de los grandes momentos de este Special.

Pero durante la realización del programa, Elvis además de esa lucha interior con sus inseguridades, también se encontraba devastado por los recientes asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy.

Elvis pasaría mucho tiempo, hablando con Steve Binder, acerca de estos magnicidios y de la situación que se vivía en su país, expresándole sus sinceros deseos de hermandad y su sueño de construir un mundo mejor.

Fue en ese momento, cuando Binder, tuvo un nuevo insight y supo que Elvis tenía un importante mensaje que transmitir a su país y al mundo. Y fue este sentir de Elvis lo que llevó a la creación de la canción ”If I Can Dream”; una canción en homenaje a Martin Luther King, que aludía directamente a su discurso de 1963, “I Have a Dream”.

Steve Binder no podía permitir que su programa finalizara con una canción de navidad, tal y como tenía planeado el coronel, y sobrecogido por la desolación de Elvis, tuvo una nueva iniciativa, de esas que hacían de él un genio y le dijo a Walter Earl Brown, encargado de los arreglos vocales: “Escríbeme la mejor canción que jamás hayas escrito ”

Y para ese Elvis soñador, ansioso de transmitir un mensaje de paz y entendimiento, Brown creó “If I Can Dream”.

Cerremos los ojos por un momento e imaginemos a Elvis en el estudio, cantando con las luces apagadas, absorto por completo en la canción, el micrófono en el suelo y postrado de rodillas.

Las lágrimas caían por las mejillas de las coristas y nadie de los allí presentes había asistido jamás a una escena tan emotiva y desgarradora.

Cuándo Elvis interpretó la canción para el programa, lo hizo con tal emoción y pasión, que cantaba como si su sueño fuera nuestro sueño, era el grito de un artista sumido en un profundo lamento.

Al final de la canción Elvis levanta los brazos, casi en postura de crucifixión, como si su canto hubiera drenado su propia esencia, haciendo sangrar la música y abriendo nuestras almas de par en par a su mensaje.

En su conjunto, el programa provocó una profunda catarsis en Elvis Presley, haciéndole recobrar la confianza perdida y conectándolole con las fuentes primarias de su arte, que no eran otras que la música honesta y el contacto directo con la audiencia. El momento no podía ser más propicio; la carrera de Elvis parecía ir a la deriva. El pionero por excelencia del rock and roll había permanecido ajeno a los dramáticos cambios sufridos por el estilo musical que él ayudó a edificar y por el mundo que bailó al compás de sus primeros himnos. En los años en que el rock trascendió su papel de clarín de la libertad individual y la rebeldía juvenil para convertirse en el altavoz de la lucha social en un mundo convulso y hostil, Elvis malgastó su talento y su capacidad para comunicar, atado a una cadena demasiado larga de películas insustanciales con sus respectivas bandas sonoras. Cualquier otro artista con un mínimo menor de solidez no hubiera resistido semejante travesía por el desierto, pero el gran talento que Elvis nunca dejó de tener eclosionó nuevamente hasta alcanzar un esplendor inédito gracias a las reacciones químicas provocadas por la música y la letra correctas.

Con las excepciones de “If I Can Dream” y posteriormente “In The Ghetto” , “Walk A Mile In My Shoes” y alguna otra pieza, tras el Comeback Special Elvis no se convirtió en portavoz explícito de la lucha social, pero su música adquirió una personalidad y hondura que conmocionaron a sus antiguos seguidores y captaron a infinidad de nuevos acólitos, consiguiendo una clase diferente de comunión cuya longevidad ha superado con creces a cualquiera de las manifestaciones socioculturales de aquella era: el movimiento hippy hoy está muerto y enterrado, en tanto que el colectivo de gente tocada y transformada por Elvis sigue ardientemente vivo.

Desde la “muerte” del antiguo Elvis y posterior “resurrección”, el discurso lírico del rey surgió, engrandecido, de la más profunda introspección en su propia alma. Particularmente, las canciones de amor y desamor se convirtieron en proyecciones directas de su propia experiencia vital. La música espiritual tomó un papel protagónico en los conciertos, ya fuera interpretada de manera explícita o impregnando, en forma de arreglo musical o enfoque interpretativo, todo el repertorio de Elvis. El Comeback Special es un componente básico en la perenne popularidad de Elvis, tanto o más incluso que su espectacular surgimiento y expansión mundial en la década de 1950, pues fue la antesala de la etapa más controvertida, intensa y humana del artista.

Los años en que los verdaderos fans afianzaron su compromiso con el rey y aquellos que solo admiraban al estereotipo juvenil quedaron desenmascarados.

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