En diciembre de 1959 se publica el álbum “Elvis ‘Gold Records Vol.2” un clásico instantáneo por mostrar en su portada la imagen de Elvis llevando el mítico traje de lamé dorado diseñado por el modisto Nudie Cohn. La imagen ha inspirado el diseño de otras portadas de discos de artistas como Phil Ochs, Rod Stewart o Bon Jovi. 

El disco se compone de una selección de temas previamente publicados en single, con la habitual mezcla de rocks contundentes, baladas intensas y música de raíces, con el cometido de aliviar la espera de los fans, que contaban los dias que faltaban para que Elvis volviera del servicio militar. 

Comercialmente hablando, el disco tuvo un humilde desempeño, al no poder subir del 31° puesto en Estados Unidos. Quizá el mayor aporte de esta obra sea que su portada es el perfecto epílogo a la primera fase de la carrera del rey, una época breve y vertiginosa en la que pasó de ser el amenazante adolescente sureño en blanco y negro que blandía su guitarra con expresión facial de impúdico éxtasis en el seminal LP “Elvis Presley “(1956) al efebo hollywodiense de los retratos que contuvieron su producción hasta 1958 y culminando en el joven redimido por la fama y la fortuna.

El traje había sido encargado para Elvis por el Coronel Parker tras ver al extravagante pianista Liberace vestir de oro en Las Vegas .Con un coste de 2500 dólares (equivalentes a casi 25.000 dólares actuales), el traje fue estrenado por Elvis el 28 de marzo de 1957 en un concierto ante doce mil espectadores en el International Amphitheater de Chicago. En medio de su entregada interpretación, el rey se arrodilló en el escenario, dañando el costoso tejido de los pantalones. El coronel pidió que no volviera a arrodillarse y Presley se sintió incómodo y limitado por el atuendo, por lo que no tardó en cambiar los pantalones por otros de tono oscuro que además hacían destacar a la chaqueta.

Elvis, nada ajeno a los excesos estéticos, debió,sin embargo, considerar ostentoso el traje de Nudie, porque al cabo de poco tiempo lo guardó para siempre en el armario, quizá sintiendo, como apunta Peter Guralnick en su libro “Last Train To Memphis”, que “hubiera estado haciendo propaganda del traje, en vez de al revés”.

El traje quizá se hubiera quedado como un elemento anecdótico de no emplearse para ilustrar la portada de este disco, y a su vez el álbum no habría adquirido su influyente condición sin contar con tan impactante imagen.

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