El vuelo de Ícaro:
“Aloha From Hawaii Via Satellite” (1973)
(Nota: Este es un análisis del álbum original con la banda sonora del concierto.)
La trascendencia de “Elvis: Aloha From Hawaii”, que cumple 49 años, va mas allá de ser uno de los momentos más destacados del pop del siglo XX, retransmitido vía satélite a todo el planeta, situándose entre los programas más vistos de la historia; un show con el que Elvis no sólo hizo llegar a todas partes la música que mejor le representaba en esa etapa de su carrera; también marcó a fuego en el ADN colectivo la imagen que le transformaría en un icono, casi en el escudo de armas de su generación: el tupé escultural, el traje blanco, el águila americana, la capa, la rodilla en tierra, los brazos extendidos.
Este documento es básico para entender a Elvis-persona y personaje-por lo claramente que nos muestra su parte humana. Tengo sentimientos encontrados con este álbum, no es mi concierto favorito a pesar de los momentos inolvidables que posee; Elvis está sobrecogido por la magnitud de la retransmisión y le percibo algo rígido y protocolario en algunos tramos; sus clásicos están interpretados con mecanicidad y existen infinidad de versiones mejores en conciertos previos y posteriores. Pero en los momentos en que enfoca el arte hacia su interior, cuando el hombre llega a superar al showman, desaparecen las barreras y los preconceptos, y tenemos ante nosotros al artista inabarcable del que nos enamoramos sin remedio.
El Elvis Presley de 1973 es un intérprete influido por el sufrimiento del hombre que se ocultaba tras las gafas de montura dorada y los muros de Graceland. No voy a centrarme en detalles que todos los fans conocen-y los que no son fans intuyen o pueden consultar fácilmente-, pues hay mucho y muy bueno que hablar de la música.
El repertorio de esa noche es tanto un recorrido por su aportación cultural como un tour guiado por los recovecos más escondidos de su alma, los responsables, para mi, del perenne valor de esta experiencia. Elvis Presley podía y debia deslumbrar al mundo con su voz y su presencia, y lo que decidió hacer por encima de todo es compartir su lucha interna. Se requiere de una gran valentía.
El 4 de septiembre de 1972 el Coronel Parker anuncia en rueda de prensa la realización y emisión planetaria vía satélite, en enero del año siguiente, de un especial televisivo en la NBC protagonizado por Elvis, que ofrecería un concierto en el Honolulu International Center de Hawaii cuya audiencia se estimaba en torno a los 1500 millones de personas, un hito sin precedentes que tendría su equivalente discográfico; en una rueda de prensa posterior el Coronel declaró que la recaudación obtenida se entregaría a la Fundación contra el cáncer Kui Lee, un célebre músico de las islas fallecido a causa de dicha enfermedad.
El emblemático vestuario de Elvis, diseñado por Bill Belew contaría, por expreso deseo del cantante, con la silueta del águila americana en el jumpsuit, el cinturón y la capa, y el escenario, concebido por el productor Marty Pasetta, contaba con una pasarela que discurría hacia la platea y permitía al cantante estar más cerca del público. A su espalda, unas tiras de poliéster a modo de espejo agrandaban las dimensiones del espacio y al fondo, el nombre de Elvis en diferentes alfabetos y la silueta de un guitarrista (que en teoría era el mismo rey) se iluminaban intermitentemente.
El show y el álbum equivalente eran un paso lógico-más aún, necesario-para dar un nuevo impulso a la carrera de Elvis; a pesar del éxito crítico y comercial del documental “Elvis On Tour” (1972) y el invariable lleno que se registraba en sus conciertos, la popularidad del rey en las listas de ventas sufría un claro declive, provocado por la drástica evolución del rock and roll, y en mayor medida aún, por la nefasta política comercial de la discográfica, consistente en anegar el mercado con reediciones baratas de viejos temas bajo el sello Camden y poniendo un mínimo interés en confeccionar álbumes de calidad con el material nuevo que Elvis generaba en el estudio en esos momentos. Las excepciones a la regla habían sido el disco en directo “Elvis As Recorded At Madison Square Garden” , número 11 en listas y disco de oro y el single “Burning Love /”It’s A Matter Of Time”, número 2.
La fórmula del éxito parecía clara: un Elvis sencillo y directo que ofreciera un espectáculo divertido y emocionante recurriendo a su glorioso pasado. Extrapolar eso a un programa televisivo de alcance mundial para llegar a quien de otra forma no podría disfrutar del arte de Elvis en vivo parecía una apuesta segura.
Tras el ensayo general del 12 de enero que se grabó con público para emplearlo en caso de que surgieran problemas con la emisión en directo, a las 00.30 h del 14 de enero Elvis salió a escena, con un aspecto imponente producto de un severo régimen alimenticio y un duro entrenamiento físico para actuar en vivo para los presentes en Hawaii y los televidentes de, entre otros países, Australia, Corea del Sur, Japón, Tailandia, Filipinas y Vietnam del Sur. Estados Unidos tuvo que esperar hasta el 4 de abril para que el programa no interfiriese en el buen ritmo comercial de la recientemente estrenada “Elvis On Tour “.
PERSONAL
Guitarras: James Burton, John Wilkinson y Charlie Hodge
Bajo: Jerry Scheff
Batería: Ronnie Tutt
Piano: Glenn Hardin
Coros: J.D.Sumner & The Stamps, The Sweet Inspirations, Kathy Westmoreland.
Orquesta de Joe Guercio.
REPERTORIO
“See See Rider”
Este tema fue grabado por primera vez por la cantante Ma Rainey como un lloroso blues en 1924. Generalmente se le considera un tema del cancionero rural estadounidense, con orígenes a principios del siglo XX. En la forma en que ha llegado a nuestros días como un estándar se atribuye a la propia Rainey junto a Lena Arent. Se registraron multitud de versiones -algunas tituladas “C.C. Rider” o incluso “Easy Rider”-desde entonces, casi siempre en el mismo tono triste. Es la queja de una persona con el corazón roto por la desconsideración del ser amado. A partir de la década de 1960 creció el número de versiones con un tempo más rápido. Elvis empezó a incluirla en sus conciertos en Las Vegas en febrero de 1970, convertida en un agresivo reproche a la mujer que se ha ido. Con el paso de los años la pieza se erigió como el tema de apertura en la mayoría de los conciertos del rey. El riff orquestal de introducción se ha convertido en una referencia clásica e inseparable del Elvis de los 70.
“Burning Love”
El tema compuesto por Dennis Linde para Elvis en 1972 había sido un rotundo éxito en las listas de ventas, y sin embargo al rey nunca le gustó. En el concierto Interpreta el tema con energía pero, quizá, poca implicación, como si estuviera deseando quitársela de encima; con todo, regala al público un espectacular arranque de show.
“Something”
Una brillante canción de amor de George Harrison incluida en el álbum “Abbey Road” de The Beatles (1969). A pesar de la poca afinidad personal de Elvis con los cuatro británicos, incluyó este tema en sus recitales durante varios años y lo consideró lo suficientemente importante como para hacerle formar parte de su concierto más multitudinario y crucial. La solemnidad de su interpretación, completamente opuesta a la intimidad de la original, se ve realzada por unos arreglos de orquesta y coro muy suntuosos.
“You Gave Me A Mountain”
Este tema compuesto por Marty Robbins fue registrado por su autor en 1966, si bien la primera publicación fue una versión de Frankie Laine en enero de 1969, cuyo éxito propició la grabación de un buen número de versiones ese mismo año.
Habitualmente interpretada en un tono conversacional y resignado, tras pasar por el tamiz artístico y emocional de Elvis la canción se convierte en la oración lacerante de un hombre que tras vivir una vida repleta de calamidades se ve despojado de lo que más ama e incapaz de manejar ese dolor. La letra contiene tantas semejanzas con la situación personal de Elvis en ese momento que escucharla supone un acceso directo a su tormento. Sin duda, a nadie debió pasar desapercibido que estaba confesando su pena y su incertidumbre al mundo entero.
“Steamroller Blues”
Compuesta en 1970 por James Taylor, la blanda interpretación original de su autor no da credibilidad a la letra en la que nos dice cosas como “soy una bomba de napalm, garantizada para volar tu mente”. Seguro que la concibió como una parodia. Sin embargo, cantada por Elvis, la canción es una verdadera apisonadora que avanza con lentitud e intensidad hasta explotar en la última estrofa, tras el magnífico solo de guitarra de James Burton; el rey sube la graduación de su voz y de sus intenciones hasta niveles pecaminosos, respaldado por la orquesta a plena potencia y el coro femenino repitiendo lascivamente las frases; no es raro que el tema se publicara como sencillo en marzo de 1973 (con “Fool” en la cara b). Sin embargo, los resultados comerciales fueron decepcionantes, un 17° puesto en listas.
“My Way”
El clásico de Frank Sinatra tenía su origen en la canción francesa “Comme D’habitude ” de Claude François, el lamento de un hombre que ve morir su matrimonio a causa de la rutina y la incomunicación. El cantante y compositor Paul Anka la convirtió en un himno de autoafirmación para Sinatra, que la grabó en 1969 y posteriormente fueron muchos artistas de los más diversos géneros quienes trataron de identificarse con su potente mensaje.
Elvis hizo una grabación en estudio en 1971 que no vio la luz oficialmente hasta casi un cuarto de siglo después, por lo que en vida del artista este fue su registro más emblemático del tema.
Es verdaderamente difícil tomar una pieza inmortalizada por Sinatra, darle una dimensión nueva y, en ciertos aspectos, un valor más elevado y profundo, y Elvis alcanza el blanco certeramente. Si en su momento pudo resultar desconcertante que un hombre de 38 años en la cumbre de su carrera cantase “Y ahora, el final está cerca y así, me enfrento a la caída del telón “, el devenir de los hechos en la vida de Elvis tras el “Aloha From Hawaii ” dan a esta lectura una carga autobiográfica de belleza y amargura casi insoportables. Al contrario que Sinatra, durante la mayor parte de su carrera Elvis no pudo hacer las cosas a su manera. Se vio irremediablemente arrastrado por hechos y personas que le llevaron por caminos inadecuados, particularmente en los años en Hollywood y durante su última década; con sólo cuatro años de vida por delante y un alma, cuerpo y mente arrasados, abandonado ante el abismo por la mayoría de su entorno, el rey verterá lo mejor de sí en los discos y los escenarios de una forma épica, milagrosa: Elvis se moría a golpe de canciones. A la luz de estos hechos cabe pensar que “My Way” sería para él una herramienta para autoconvencerse de que era el dueño de su propia historia. Pero por otra parte, en lo que de verdad importa, lo estrictamente relativo a su creación musical, Presley imprimió un sello estéticamente inconfundible, culturalmente imborrable y emocionalmente incuestionable en cada canción, y por eso “My Way” es un testimonio tan valioso y desgarrador y puede, sin timidez, compartir con La Voz la titularidad del tema.
“Love Me”
El viejo country paródico de Jerry Leiber y Mike Stoller que Elvis grabó en 1956 para su segundo LP siempre le servía en concierto para descansar y repartir besos y pañuelos.
“Johnny B.Goode”
Un himno del rock clásico compuesto por Chuck Berry en 1955 y grabado en 1958, que Elvis interpretaba en sus recitales desde 1969. En sus primeras lecturas el rey ponía toda su garra en la tarea, pero con el paso de los años Presley atacaba la pieza con más desinterés, y pasó a ser básicamente una oportunidad de lucimiento para el guitarrista James Burton.
“It’s Over”
Jimmie Rodgers compuso esta maravillosa y doliente canción de despedida al amor, que publicó en 1966 en una grabación muy austera en la que acompañaba su voz rasgada con la guitarra, creando en mí la imagen de un desvalido hombre rural llorando su soledad bajo un implacable cielo nocturno, limpio y estrellado.
Desde su estreno, artistas como Glen Campbell, Eddie Arnold o Andy Williams la incorporaron a su cancionero, habitualmente recreando el aire de apagada tristeza del original. En la versión de Elvis, la obra adquiere una perspectiva trágica inspirada en su propio trauma sentimental, con una línea de percusión sutil y tensa que subraya las sombrías reflexiones del cantante. La escenografía se completa con arreglos orquestales y vocales que potencian la sensación de pérdida y desamparo, con las teclas del piano de Glen Hardin goteando como lágrimas de impotencia y la voz de Elvis pasando de la resignación al grito angustioso. Este es, para mí, uno de los momentos más perfectos de la vida profesional de Elvis, en el que voz, música e interpretación se funden en una creación sublime y esférica que recoge la esencia del Elvis de ese tiempo, hombre y artista admirado y poderoso, incapaz sin embargo de detener, con su fortuna y su talento, al tiempo y su dictadura. Estos pocos minutos justifican la grandeza de este show, del que podríamos extirpar todo artificio técnico, todo gesto a la galería y todo propósito material y no perderíamos un trazo de la estremecedora belleza que atesora.
“Blue Suede Shoes”
El himno de Carl Perkins que Elvis grabó en 1956 es despachado con rapidez y superficialidad a modo de ligero interludio entre interpretaciones auténticas.
“I’m So Lonesome I Could Cry “
Un antiguo lamento de Hank Williams que data en 1949 y que, al igual que en las anteriores recreaciones de material country en el show, adquiere una dimensión más grande y profunda. La letanía de Hank se convierte en un un llanto de blues, oscuro y contenido, cuya letra es, una vez más, una purga de las emociones más íntimas del rey, que se estremece físicamente de un modo visible mientras canta.
“I Can’t Stop Loving You “
Don Gibson compuso y grabó en 1957 este precioso estándar que ha sido reinterpretado por infinidad de artistas de todos los rincones del mapa musical, con la gloriosa lectura de Ray Charles en 1962 como versión más célebre. Elvis jugueteó con ella en las sesiones de los American Studios de 1969 y la incorporó a su repertorio de conciertos ese mismo año. El rey opta por un enfoque potente y luminoso, de mimbres gospel, que expande la melancolía romántica de la serenata original de Gibson hacia una celebración del amor disfrutado, aunque éste se marche dejando sólo recuerdos.
“Hound Dog “
El clásico de Jerry Leiber y Mike Stoller que fue número uno para Elvis en 1956, es, como de costumbre, interpretada por puro compromiso con la audiencia.
“What Now My Love “
Esta pieza nació en 1961 de la pluma francesa de Gilbert Becaud y Pierre Delanoe bajo el título de “ET Maintenant “(“Y ahora”) y su paso a la lengua inglesa fue firmado por Carl Sigman. Entre las numerosas versiones grabadas a lo largo del tiempo destacan las de Shirley Bassey, Ben E. King, Engelbert Humperdinck, Herb Alpert o Frank Sinatra.
Elvis conocía y amaba la canción desde mucho tiempo atrás e incluso la cantaba en privado con sus amigos.
La pieza había entrado en el directo de Elvis en agosto de 1972, como un perfecto vehículo para canalizar el pesar del artista por su ruptura matrimonial. La letra es una elegíaca apelación al ser amado ante el fin de la relación y el desolador panorama que se extiende a partir de entonces; la melodía cíclica y obsesiva va creciendo en intensidad como un amargo “Bolero” de Ravel y Elvis se inmola en un escalofriante crescendo que culmina en uno de sus registros más agudos, la vida escapándose al galope por su costado y el apocalipsis orquestal desatándose a su espalda. Un momento asombroso que figura en el podio de obras cumbres de Presley y que en nuestros días protagoniza numerosos vídeos de reacción en YouTube en los que la gente que ve y escucha al rey queda muy conmocionada.
“Fever”
Esta composición de Eddie Cooley y Otis Blackwell vio la luz en 1956 y conoció su más célebre versión en la voz de Peggy Lee en 1958. Elvis la grabó en 1960, al regreso de su servicio militar, y el tema le fue útil para explotar al máximo las vetas más sensuales de su canto. Cuando la Interpreta en directo da rienda suelta a su encantador sentido del humor y recurre a los movimientos de piernas y cadera que encienden los fuegos más primarios de sus admiradoras.
“Welcome To My World “
John Hatchcock y Ray Winkler compusieron esta dulzona balada que fue un éxito para Jim Reeves en 1962 y también mereció la atención de otros ilustres caballeros del género Country como Eddie Arnold o Ray Price, así como del inmenso Dean Martin, muy admirado por Elvis.
Es un tema de letra y melodía muy untuosas, que en mi opinión funciona mejor cuanto más sencillo sea el enfoque que se le aplique; creo que Elvis le da un toque ligero y elegante que mejora las versiones previamente citadas.
“Suspicious Minds “
El clásico de Mark James dedicado a los celos se convirtió en un clásico instantáneo de Elvis en 1969 y, desde entonces, una parte fundamental de los conciertos. Con ella, el rey no sólo hace despliegue de poderío vocal sino también de su flexibilidad física y sentido del humor, aunque opino que esta es una versión de rigor, que palidece frente a las de 1969 y 1970.
“I’ll Remember You”
Llega el debido homenaje a Kui Lee con una sentida y hermosísima versión de su clásico dedicado, una vez más, a la separación sentimental. Lee la concibió como una fresca bossa nova y Elvis la había grabado en estudio en 1966 reconvertida en un precioso bolero. Pero para mí, esta relectura supera con creces en calidad vocal, interpretativa y musical a ese primer intento y hasta a la original, presentándose como un poema, tristemente dulce, de aceptación del inevitable adiós.
“Long Tall Sally/Whole Lotta Shakin’Goin’On”
Un breve medley de dos clásicos del rock and roll-compuesto el primero por Enotris Johnson, Robert Blackwell y “Little” Richard Penniman y el segundo por David Williams y Sunny David -que Elvis había grabado en 1956 y 1970 respectivamente- y que, al igual que en los anteriores números rockeros, se despacha someramente.
“An American Trilogy “
Mickey Newbury creó y grabó en 1971 este medley usando tres canciones tradicionales estadounidenses: “Dixie” (1859, atribuida a Daniel Decatur Emmett), un tema muy amado por el ejército confederado-y durante años, considerado ofensivo por los defensores de los derechos de los afroamericanos-, “Battle Hymn Of The Republic” (1861, con letra de Julia Ward sobre melodía de William Steffe datada en 1856), una célebre canción militar de los Estados del Norte , y “All My Trials” , una nana de origen incierto-algunos investigadores la ubican en Bahamas-cantada por los esclavos negros en las plantaciones, que recrea el canto de una mujer en el lecho de muerte a sus hijos, a los que asegura que todas las angustias, por severas que sean, acaban pasando; por ello fue todo un himno en la década de 1960 dentro del movimiento estadounidense en favor de los derechos civiles.
Con este medley, concebido por Newbury a modo de reconciliación nacional, Elvis trata de hacer un compendio de las diferentes sensibilidades sociales de su país para mostrarlas al mundo y apelar a la fraternidad entre los pueblos. En la etapa más cruda de la lucha por los derechos civiles, Presley estaba en Hollywood y su voz no se unió a las de la multitud de artistas que sí cantaron y gritaron contra la sinrazón. A finales de los sesenta, con “In The Ghetto ” e “If I Can Dream ” el rey toma partido en la cuestión, compensando una década de inacción social, y su compromiso con la canción protesta culmina en ésta obra sublime en la que todos sus recursos materiales, su voz y su corazón se cuadran ante la tierra que le vío nacer como hombre y leyenda, que le encumbró y derribó caprichosamente. Aquí, los Estados Unidos se contienen en los confines de la piel y los huesos del rey. Barras y estrellas se perciben en el blanco y el resplandor del traje que aprieta la carne del humilde natural de Tupelo convertido, a su pesar, en un dios, un dios capaz de borrar el color de la piel, la tinta de las partidas de nacimiento y las líneas que separan los estratos sociales.
“A Big Hunk O’Love”
Aaron Schroeder y Syd Wyche compusieron este contundente rock que Elvis grabó en 1958. Es uno de mis rocks favoritos y probablemente de Elvis, que la engalana con una interpretación notablemente más enérgica y comprometida a la del resto de bailables de la velada y proporciona, con el respaldo de sus músicos y coristas, un fin de fiesta rotundo y digno de lo vivido.
“Can’t Help Falling In Love “
Y, como no, el cierre de cada concierto llega con la balada de Hugo Peretti, Luigi Creatore y George Weiss que, como una intimista oda de amor había deslumbrado al mundo en la banda sonora de “Blue Hawaii ” en 1961. En los directos, el tema se transforma en un himno de estadio, un enorme GRACIAS de Elvis y los suyos al público que siempre estuvo, está y estará, a los pies de un escenario, al otro lado del reproductor musical o la pantalla de televisión.
El disco con la banda sonora del concierto se puso a la venta en Febrero de 1973 y se convirtió en su único álbum número 1 de la década.
El éxito del concierto hizo pensar en otros eventos similares, pero desafortunadamente eso nunca tuvo lugar. Fue el particular vuelo de Ícaro de Elvis; aún quedaban grandes shows y magníficos discos, pero las alas de su espíritu, ya derretidas, no volverán a elevarle tanto. Aunque esa es otra historia y no quiero terminar con una nota amarga, solo celebrar ese momento único en el que Elvis conectó como nunca antes y como nunca después con el punto exacto en que confluían lo más dorado de su arte y su persona.
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