La capacidad asombrosa de Elvis Presley para convertir sus canciones en lugares, situaciones y hasta personas reales es, en mi opinión, lo que le ha valido el reconocimiento mundial en la canción popular, por encima, incluso, de su extraordinaria voz. 

Las modas fueron llevándose el rock, lo trajeron de nuevo, le cambiaron la vestidura… Pero Elvis siempre haría gala de su habilidad para crear verdad en piezas de los mas variados estilos…

Desde sus primeras grabaciones ya demuestra el don estremecedor para construir la historia y meterse de lleno en ella, arrastrándonos con él sin remedio. “Blue Moon” y “Harbour Lights” me parecen dos de los ejemplos mas ilustrativos de la temprana habilidad de Elvis para raptarnos física y emocionalmente y llevarnos a lugares y tiempos extraños.

Y este don se sublima durante su primera sesión de grabación con RCA Records en enero de 1956. Pocos artistas pueden dar una interpretación creíble de una historia y un ambiente como el propuesto en “Heartbreak Hotel”. Elvis me lleva allí. Mi garganta percibe el polvo depositado en el mostrador de recepción, mi olfato siente un aroma de humedad y clausura, veo luces pálidas y parpadeantes en los pasillos, mi paladar se anega de la amargura de sus habitaciones. “Heartbreak Hotel” no me deja catalogarla técnicamente. ¿Es un blues? ¿Tiene algo de country? ¿Tira al jazz? No es una canción, es una experiencia vital, un sueño recurrente del que te despiertas empapado en sudor.

Nada se ha hecho parecido desde entonces.

 ¿Imagináis la cara y las glándulas sudoríparas de la gente en RCA cuando escuchan a un Elvis que poco tiene que ver con el Gato Hillbilly de Sun Records?

“Heartbreak Hotel” es un lugar donde quedarme cuando la música me cierra la puerta, cuando la inspiración me vuelve la cabeza, cuando no rimo con la vida, e incluso cuando pupilas bienintencionadas intentan desnudarme el alma.

Cada vez que nos demonios vienen a pedirme cuentas, la única forma de darles esquinazo es meterme en los laberintos del jazz o en los angostos y oscuros pasillos del Heartbreak, un rincón de nuestro ser, tan sombrío que ni los fantasmas se aventuran.

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